martes, 7 de febrero de 2012

El último parásito de nuestro fútbol: el portavoz boceras


El fútbol, como cualquier otro orden de la vida en el que se maneje dinero a espuertas, tiene su propia fauna de especies parásitas. A algunas de esas especies no hace falta buscarlas mucho para encontrarlas: sólo hay que posar la vista en cualquier palco de cualquier estadio de fútbol. Entre los que Manuel Oliveros llama, no sin ciertas dosis de ironía y retintín, la “gente guapa”. Muchos son totalmente inofensivos, pero entre ellos se mezcla y se esconde toda una caterva de bolsillos interesados, donde destacan todos esos políticos y empresarios locales que disfrutan paseándose, puro en mano y aliento al whisky, ante la plebe.

El parasitismo en el fútbol tiene muchísimas caras diferentes: además de las ya citadas están, por ejemplo, esos representantes que agrandan los egos de sus futbolistas para que acaben cambiando de club cada dos por tres, inflando su cuenta a golpe de comisión; o esos intermediarios que nadie sabe muy bien qué hacen aparte de engordar sus bolsillos; o incluso las familias de muchos futbolistas, padres, hermanos, primos, sobrinos, etc, todos viviendo a cuenta del talento de alguien que muchas veces no es más que un chiquillo. Hay tantas especies distintas que podríamos dedicarle todo un post a la simple enumeración, pero dejemos de entretenernos y centrémonos en un nuevo tipo de parásito, la última especie de reciente aparición: el portavoz boceras.

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